sábado, 25 de octubre de 2014

¿Qué llevó a matar y secuestrar a estudiantes de Ayotzinapa?

Todo tiene un límite. La violencia, la inseguridad y la incertidumbre que vivimos en México han rebasado desde hace mucho tiempo cualquier intento de mirar distraídos hacia un costado como si nada sucediera. Tampoco es ético no opinar para salvaguardar una fuente de trabajo, un statu quo o hacernos los muertos para que no nos maten. Con respeto por las diversas opiniones, es necesario reclamar por la paz que hemos perdido y repudiar esta espiral de violencia sin fin. No dejemos que el silencio sea cómplice de la barbarie que nos asola.

Administraciones federales y estatales van y vienen y todas aseguran que controlarán la inseguridad y violencia y presentan cifras alegres de sus “logros” pero ya nadie les cree porque la realidad se impone con hechos y números aterradores de muertes y secuestros.

Los grandes medios de comunicación –fundamentalmente las cadenas televisivas Televisa y Televisión Azteca, los cómplices de la violencia– se empeñan en enmascarar los sucesos violentos excepcionales y esconder los cotidianos que suceden diariamente en ciudades y pueblos; promueven que sus “periodistas” se doblen para recoger las monedas que compran el silencio. Solamente reconocen los hechos que escapan al férreo control de la información de los gobiernos de turno o los que toman estado público y resulta imposible ocultarlos.

Ya no informan; deforman.

Triste papel el de los medios de comunicación de México…

Un poco de historia.
Hagamos un poco de historia para entender lo que hoy pasa en la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” de la población de Ayotzinapa, Municipio de Tixtla en el estado de Guerrero.
Las Escuelas Normales Rurales surgieron en el México post revolucionario a partir de las década de 1920 cuando José Vasconcelos comenzó con un plan de escuelas rurales, escuelas de artes y oficios, bibliotecas, así como formación de nuevos maestros, pero vivieron su mejor momento durante el sexenio del General Lázaro Cárdenas del Río (1934-1940) quien dio impulso a una experiencia de “educación socialista”, la cual dio pocos resultados por la aversión generada por el alto clero mexicano desde siempre y antes por la Guerra de los Cristeros (conflicto armado que se prolongó desde 1926 a 1929 entre el gobierno de Plutarco Elías Calles y milicias de laicos, presbíteros y religiosos católicos que resistían la aplicación de legislación y políticas públicas orientadas a restringir la participación de la Iglesia Católica sobre los bienes de la nación así como en procedimientos civiles).

A partir del fin del sexenio Cardenista, con Jaime Torres Bodet como Secretario de Educación Pública (SEP), las normales rurales dejaron de tener un lugar importante en el discurso educativo reduciéndoles el presupuesto con el fin de desaparecerlas por tener maestros y alumnos "comunistas”. Actualmente persisten 16 Escuelas Normales Rurales en su resistencia por sobrevivir bajo la constante persecución oficial y se mantienen aglutinadas en la FECSM (Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México) con la misión principal de dar oportunidad a hijos de campesinos de hacer una carrera normalista que, sin esas escuelas, no tendrían ninguna oportunidad de estudiar.

¿Quiénes se han graduado en la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa?
De esta escuela normal rural salieron graduados dos personajes muy conocidos en el estado de Guerrero: Genaro Vázquez y Lucio Cabañas. Seguramente a muchos jóvenes mexicanos y a la mayoría de los extranjeros no les suenan estos nombres, pero quienes peinamos canas y vivimos en México sabemos muy bien quienes eran estos maestros que se convirtieron en leyenda de las luchas de los olvidados en México.
Genaro Vázquez Rojas, nacido en San Luis AcatlánGuerrero, el 10 de junio de 1931 y muerto en circunstancias confusas en MoreliaMichoacán, el 2 de febrero de 1972, fue un líder sindical del magisterio guerrerense que tras formar parte de la oposición política al gobierno de Guerrero, pasó a la clandestinidad y formó uno de los varios grupos armados que se desarrollaron en la Sierra Madre del Sur durante las décadas de 1960 y 1970.

Antes de alzarse en armas defendió a los indígenas y campesinos guerrerenses y logró llegar a la capital mexicana donde lo recibió el Presidente de la República Adolfo López Mateos, quien escuchó las denuncias de faltas de garantías constitucionales en el estado de Guerrero, de despojo de tierra a los campesinos, de represión por parte de pistoleros y policía y de fraudes electorales en varios municipios propiciados por el gobernador de entonces, Raúl Caballero Aburto.

Terminó siendo acusado de injurias por Caballero Aburto y encarcelado en Chilpancingo (capital del estado) en 1960, de donde salió liberado bajo fianza para terminar encarcelado en Lecumberri (famosa penitenciaría de la Ciudad de México, hoy sede del Archivo General de la Nación), de donde fue liberado en 1968 por un comando armado de la Asociación Cívica Guerrerense (ACG), fundada por el propio Genaro Vázquez en 1959.

El otro personaje egresado de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa fue Lucio Cabañas Barrientos, nacido en Atoyac de Álvarez, Guerrero, el 12 de diciembre de 1938 y muerto en una emboscada el 2 de diciembre de 1974 en Tecpan de Galeana, también en el estado de Guerrero. Este maestro campesino inició su formación política en la Asociación Cívica Guerrerense (ACG), que en ese entonces dirigía Genaro Vázquez. Posteriormente fue elegido Secretario General de la FECSM (Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México), para el periodo de 1962-1963. Lucio decide alejarse de la ACG para acercarse más al Partido Comunista Mexicano (PCM).
Al recibirse como maestro es asignado al ejido de Mexcaltepec en la sierra de Guerrero, a una decena de kilómetros de Atoyac. Este ejido contaba con recursos forestales que habían sido usurpados por una compañía maderera. Es en este momento cuando organiza a los campesinos para reivindicar sus derechos sobre los bosques; momento donde comienza una larga persecución que se profundiza cuando funda, en 1967, el Partido de los Pobres. Este Partido comenzó como una organización política de lucha social y terminó –acosado– en un movimiento guerrillero.

Como podrá notar, estimado lector, esta Escuela Normal Rural de Ayotzinapa siempre fue un dolor de cabeza para las autoridades nacionales, estatales y municipales, así como para los terratenientes y caciques de la región por dar maestros pensantes, respondones, críticos, luchadores sociales. No les ha alcanzado a las autoridades que el presupuesto para la escuela siempre esté a la baja, ni que en el internado los muchachos duerman sobre cartones o petates en el mejor de los casos, ni que la comida sea mínima, ni que casi no tengan materiales de estudio. El asunto es el acoso y la persecución para acabar con la escuela que despierta conciencias.

El columnista mexicano César Navarro Gallegos con precisión ha dicho: “La reacción gubernamental frente a los estudiantes de Ayotzinapa debe explicarse igualmente desde las coordenadas que han determinado la política educativa hacia las normales rurales. Son instituciones que desde hace décadas subsisten bajo asedio del poder gubernamental y han resistido los proyectos para exterminarlas. Por ello, las persistentes movilizaciones desplegadas por los estudiantes de Ayotzinapa y otros normalistas rurales del país son expresión de una resistencia comprometida con la preservación de sus centros educativos y el derecho a la educación para jóvenes como ellos, surgidos de comunidades indígenas y campesinas. No es casual que en la batalla educativa que libran los estudiantes rurales y socialistas casi por regla general las autoridades educativas y el gobierno amenacen con cerrar sus escuelas o acudan a su persecución y represión. No los escuchan ni atienden, pero siempre pretenden atinarles.”

Hace poco tiempo, el 12 de diciembre de 2012, los estudiantes normalistas ya se habían enfrentado a las balas de la Policía Federal y de la Policía Judicial Estatal en Chilpancingo, cuando se manifestaban reclamando mejoras en las condiciones de estudio en la escuela-internado. Bajo las balas federales y estatales cayeron los normalistas Gabriel Echeverría y Jorge Alexis Herrera.

Juan Villoro, lúcido escritor y periodista mexicano, dice en el periódico Reforma: “En 1960 Excélsior publicó un desplegado en el que varias organizaciones exigían la destitución del gobernador Raúl Caballero Aburto. Ahí figuraban los alumnos de la Escuela Normal de Ayotzinapa, liderados por Lucio Cabañas. Desde entonces, los normalistas no han dejado de luchar. Dos maestros, Genaro Vázquez y Lucio Cabañas, buscaron un cauce legal para el descontento, fundaron asociaciones civiles, enfrentaron la intransigencia gubernamental y escogieron la lucha armada como última salida ante una realidad donde las demandas han sido contestadas con masacres: Iguala en 1962, Atoyac en 1967, Aguas Blancas en 1995, Ayotzinapa en 2014.”

Líneas más adelante continúa: “En los años sesenta del siglo pasado el analfabetismo alcanzaba en Guerrero el 62.1%. En esa década, Vázquez y Cabañas descubrieron que no podían enseñar a leer a alumnos que no podían vivir. Del aula pasaron a la sierra. Sus luchas armadas fueron relevadas por otras y recibieron la salvaje respuesta de la guerra sucia. Aunque los tizones de esa hoguera no han dejado de arder, el gobierno procuró ignorarlos: El PRI creyó que podía administrar el infierno, ha dicho el poeta Javier Sicilia.”
















 Concluye Villoro: “Sería gravísimo que en Guerrero se reactivara el expediente de criminalizar a las víctimas, famosamente utilizado por el presidente Felipe Calderón en 2010 cuando declaró que los 17 jóvenes acribillados en Chihuahua en una fiesta eran pandilleros.
Entre los muertos del 26 de septiembre se encontraban unos futbolistas. Fueron asesinados por el delito de ser jóvenes; es decir, posibles estudiantes; es decir, disidentes.
Horas después, los 43 normalistas pagaron el precio de protestar contra la violencia. Si la indignación rebelde no encuentra acomodo en la vida civil, una vez más lo encontrará en las armas.
Matar maestros significa matar el futuro. Guerrero es el paraíso envenenado donde la esperanza brota para ser aniquilada.”

No hay un único culpable de esta feroz matanza que ojalá no incluya a los 43 desaparecidos (aunque los testimonios dados por algunos actores del crimen al padre Solalinde*, no dejan mucha esperanza), el culpable es el Sistema Político Mexicano, incluido el Estado Mexicano y todos los partidos políticos que a muchos no nos representan. Me atrevo a pensar que seguramente los narcotraficantes no tengan ninguna responsabilidad en los hechos; ellos tienen responsabilidad de haber infiltrado todos los niveles de gobierno, todos los partidos, los empresarios y banqueros que se benefician del lavado de dinero del narcotráfico que suma el 75% del dinero circulante en México, según la DEA.

Este ajuste de cuentas a los jóvenes normalistas es del sistema político que no quiere voces contestatarias, que quiere “carro completo” (unanimidad de opiniones); que nos agachemos ante el atropello y la barbarie; que seamos dóciles, ignorantes y dejemos que se saquee México.
Los ciudadanos tenemos la palabra. Nuestra participación decidida, indignada y pacífica en las demostraciones contra el salvajismo puede y debe cambiar este rumbo que nos lleva al más profundo precipicio. No dejemos que este país oscuro e inhumano lo hereden nuestros hijos.



*Alejandro Solalinde, sacerdote mexicano de la iglesia católica, defensor de los derechos humanos de los migrantes y Premio Nacional de los Derechos Humanos 2012.