lunes, 16 de diciembre de 2013

Curiosidades de aquí y de allá (segunda parte, la Navidad)

En artículo anterior comentaba algunas peculiaridades que me han enriquecido la vida por haber conocido dos países latinoamericanos que –a pesar de estar en un mismo continente, hablar un mismo idioma y tener una fuerte y común herencia española– tienen diferencias muy notables y curiosas. Efectivamente, Uruguay, mi país de origen, y México, mi país de adopción que me ha dado una nueva ciudadanía, son muy interesantes para reflexionar sobres su gente, costumbres, tradiciones, sabores, olores, climas y tantas cosas más que incluyen hasta el lenguaje: común pero distinto.

En esta segunda parte me dedicaré a comentar los festejos de la Navidad, ya tan próximos, que mostrarán claramente las diferencias entre un pueblo y otro. Es cierto que la tradición católica española desembarcó aquí y allá con una cantidad enorme de ritos y costumbres comunes para festejar la Navidad, pero son muy considerables las diferencias. Empecemos por el clima que predomina en diciembre en ambos países.

Por el hecho natural de estar cada país en hemisferios distintos parecería que ya hay una diferencia radical, pero el invierno mexicano es muy distinto dentro del propio país, que por ser tan grande y diverso encontramos que el centro y el norte son muy fríos en el invierno –que comienza el 21 de diciembre– y que la costa del Pacífico y el sureste siempre son calurosos en cualquier época. El centro es frío en invierno por la altura sobre el nivel del mar e incluye ciudades como el Distrito Federal, Toluca, Puebla, Pachuca, Querétaro. Mientras tanto ciudades como Guanajuato, Aguascalientes, San Luis Potosí, Zacatecas, Saltillo, Monterrey, Chihuahua, Torreón y las fronterizas Tijuana, Cd. Juárez y Mexicali son frías en invierno por la latitud norte donde se ubican y no por la altura. Precisamente en estas ciudades está la mayoría de la población del país y por ello la Navidad está asociada, definitivamente, al frío invierno.

En el centro y norte de México tienen sentido las comidas y bebidas de Navidad que la mayoría de los mexicanos consumen y se justifica un pavo al horno con rellenos de almendras, nueces o avellanas, o una pierna de cerdo enchilada. También se justifica el ponche, muy rica bebida caliente que se prepara poniendo a hervir agua con trozos pelados de caña de azúcar, tejocotes (pequeña fruta invernal de sabor y consistencia muy parecida al membrillo), flor de Jamaica (una de las variedades del hibisco) que da sabor y color a esta especie de tisana, trozos de manzana, guayabas, pasas de uva y de ciruela, tamarindos (fruto de sabor ácido en forma de vaina de un árbol tropical) y rajas de canela. Toda esta mezcla de frutas se endulza con piloncillo (el conocido producto de la caña antes de purificarse para hacer el azúcar que se le llama rapadura en Uruguay y que se vende en la frontera con Brasil). Al hervir toda esta fruta y la flor de Jamaica resulta una dulce tisana, que se toma caliente y se come de paso la fruta. Este ponche mexicano se puede tomar con “piquete”, esto es con un chorrito de ron o de brandy que resulta en una bebida con alcohol muy sabrosa y especial para combatir el frío.

Ingredientes del Ponche.



Ponche listo para tomar.









En el centro de México hay un par de comidas que se preparan especialmente en Navidad y en Semana Santa (Semana de Turismo en Uruguay): el revoltijo o romeritos y el bacalao a la veracruzana (vizcaína). El revoltijo (término usado fundamentalmente en el Valle de Toluca) es una exquisita comida preparada con romeritos (planta silvestre prehispánica muy consumida por los aztecas que ahora se cultiva en las zonas rurales de la capital mexicana), papitas cambray (papas pequeñas), nopales (cactus), cebolla, ajo, mole (especie de salsa hecha con chiles, almendras, nueces y cacahuates molidos) y camarones secos. Amigo lector, este revoltijo tan exótico para cualquiera que no sea mexicano, es un verdadera delicia y créame que lo espero cada año para darme el gusto de saborearlo.

Revoltijo.

El bacalao a la veracruzana o a la vizcaína es una comida de origen español que se ha difundido por el mundo entero y que en México se le agregan unos chiles “güeros” (amarillo pálido), retorcidos y nada picantes. No por conocido, este platillo deja de ser sabrosísimo.

Mientras tanto en Uruguay la Navidad está asociada al calor, a la vida al aire libre, a la playa, con temperaturas que oscilan entre los 25 y 35 grados en todo el país; por ende las comidas de Navidad están enfiladas a prepararse en espacios abiertos como las carnes (¡vaya novedad!) asadas a las brasas. Es casi infaltable un tierno cordero a la parrilla, o un típico asado de carne vacuna con chorizos y algunas achuras (menudencias) como chinchulines (tripa de leche en México), mollejas, riñones y demás. También un lechón a las brasas o al horno es frecuente en estas fechas. No tan habitual es un pescado grande (corvina o lenguado) a las brasas, aunque sí se recurre a él en zonas costeras donde es más fácil adquirirlo. Estas carnes se acompañan con abundantes ensaladas verdes o rusa en el caso del lechón.

Asado con achuras.

Agrego aquí una achura que sólo la he comido en Minas, el pueblo donde nací: la tripa gorda rellena de fariña. Aclaremos qué es esto que ni los montevideanos conocen. En mi niñez y juventud, Minas la capital del Departamento de Lavalleja, lugar de paso en la ruta 8, tenía una gran influencia de Brasil a pesar de estar muy lejos de la frontera. Esto explica el uso en muchas comidas de la harina de mandioca (yuca o guacamota en México) proveniente de Brasil, donde simplemente le dicen “farinha” (harina en portugués que se pronuncia fariña). La fariña se prepara friendo primero cebolla y ajo y luego se agrega la fariña seca que se revuelve a la vez que se agrega caldo caliente de puchero hasta que se forma una pasta homogénea (pirón) que se deja cocinar unos minutos más. Se deja enfriar y se le agrega perejil picado. 
Se toma una tripa gorda (intestino grueso previamente lavado y dejado reposar en agua con vinagre para quitarle cualquier mal olor) se le ata una punta y por la otra se introduce el pirón y también se ata. Se pone en la parte alta de la parrilla y lentamente se cocina la tripa hasta que a último momento se baja la parrilla para dorarla. Al cortarla en trocitos encontraremos que el pirón sabe exquisito por la grasa que soltó la tripa rellena. Con verdadera sorpresa he visto en Montevideo que en las parrilladas ponen fariña seca, sin preparar, para que uno pase un trocito de tripa gorda en ella y así comerla. En fin, a eso le llaman tripa gorda con fariña…

Como el ponche en México, también en el Río de la Plata existe una bebida donde mezclan frutas picadas frescas de la temporada como durazno, manzana, naranja y frutillas (fresas), jugo de naranja, vino tinto, azúcar y hielo. Se trata del clericot o sangría. En fechas posteriores a la Navidad se le puede agregar peras y uvas, aunque ahora con la globalización ya no hay frutas de temporada y se consiguen todas todo el año.


Clericot o sangría.















Además de las comidas y bebidas en uno y otro lugar, existen diferencias muy importantes en las costumbres de adornar casas, calles, y –fundamentalmente– en las tradiciones para celebrar la Navidad. En Uruguay las cosas son bastante austeras, reflejo de una religiosidad bastante ausente en la mayoría de la población más allá de ser creyentes o no. En los años 50s y principios de los 60s las calles eran objeto de adornos luminosos verdaderamente atractivos, pero fueron desapareciendo paulatinamente hasta que muy recientemente aparece algún adorno en las calles. En las casas generalmente se pone un arbolito de Navidad casi para cumplir y prácticamente nada más. Es difícil ver un nacimiento o pesebre o algún adorno más. Los centros comerciales sí apuestan más a presentar adornos navideños para atraer a los consumidores.
Quizás lo más notable de los festejos navideños en Uruguay se produce en las noches del 24 y del 31 de diciembre cuando se tiran millones de cuetes y fuegos artificiales en un verdadero desafío entre los vecinos de una calle y otra. Llama la atención el fervor pirotécnico de niños, jóvenes y no tan jóvenes para recibir la Navidad y el Año Nuevo.



















Pirotecnia en Montevideo.


En México, el espíritu religioso y –fundamentalmente– el ánimo fiestero de la gente llevan a los festejos navideños al extremo de una verdadera maratón que jocosamente la llaman “Maratón Guadalupe–Reyes” en alusión al período que va desde el 12 de diciembre (Día de la Virgen de Guadalupe) hasta el 6 de enero (Día de Reyes). A los cuatro días de los festejos de la Patrona de México, arrancan Las Posadas, tradicional representación popular de los días previos al nacimiento de Jesús cuando María y José realizaban el peregrinaje desde su salida de Nazaret hasta Belén y pedían posada para pasar la noche. Estas pintorescas representaciones se han ido desvirtuando en los adultos y prácticamente se trata de festejos que sirven de pretextos para comer, beber y –muchas veces– bailar. Los niños, con su inocencia y pureza, mantienen la tradición sin alterarla y la representan con letanías, villancicos y velas. El momento culminante de Las Posadas y que encanta a los niños es cuando se rompe una piñata que tiene forma de estrella con siete picos; cada pico es un pecado capital. Debe romperse con un palo, que representa la fortaleza y fuerza de Dios, con los ojos vendados en representación de la fe ciega en el Señor. Al romperse, la caída de los dulces y las frutas representa las recompensas y dones que, por vencer al pecado, reciben todos los participantes.

Artesano haciendo una piñata cuyo cuerpo es una olla de barro.


"La piñata", pintura de Diego Rivera

Para cerrar este artículo debo reconocer que en ambos países la influencia de la “cultura” gringa ha ido ganado terreno e imponiendo –a través de su producto estrella: Coca Cola– la presencia de Santa Claus (Papa Noel en Uruguay) en detrimento de los ya tres tristes Reyes Magos. Por cierto, no hace muchos años se ha incorporado en México una linda costumbre: comprarle a los globeros –que están más puestos que un calcetín– globos inflados con gas de donde los niños atan su cartita a los Reyes Magos para soltarlos el 5 de enero. Al subir y alejarse el globo con tan importante mensaje, la emoción de los niños también sube y se mantiene así una tradición llena de fantasía y hermosos recuerdos que jamás nos abandonarán.


sábado, 25 de mayo de 2013

Curiosidades de aquí y de allá (primera parte)


Hace años unos familiares me preguntaron mi opinión sobre la posibilidad de dejar ellos Uruguay y venirse a vivir a México. Se trataba de buscar nuevos horizontes cuando Uruguay vivía una de las peores crisis económicas que tozuda y cuidadosamente gobiernos colorados y blancos se encargaron de instaurar. En aquella oportunidad les dije a mis familiares que evaluaran muy bien la posibilidad de emigrar porque les iba a ser muy doloroso desarraigarse de un país y echar raíces en otro; que el precio a pagar por dejar país, familia, amistades, costumbres, tradiciones y demás iba a ser muy alto.

Recuerdo que les dije que cuando uno abandona su país por un largo período, sin importar las razones (políticas, económicas, traslados laborales, etc.), algo pasaba en la cabeza que nunca más se encontraría sosiego ni aquí ni allá. Así lo viví yo cuando salí de Uruguay por motivos políticos (huyendo de la dictadura militar) y en México encontré el generoso asilo.

Es importante señalar que lo vivido por mí no necesariamente fue igual para todos los exiliados, porque cada uno vivió situaciones distintas según las edades, las profesiones, las experiencias y muchos factores más. Sin embargo podrían hacerse algunas generalizaciones: vivimos los casi 10 años de exilio en México extrañando desesperadamente e idealizando absurdamente a Uruguay. Me atrevo a decir que muchas veces no aprovechamos plenamente nuestra estadía en México para conocer más profundamente su riquísima cultura, sus tradiciones maravillosas, su geografía irrepetible, su gastronomía interminable y tantas cosas más por estar con nuestra cabeza mirando al sur.

Varios de nosotros regresamos a Uruguay en 1985 y las vicisitudes vividas en aquel país sudamericano post dictadura no fueron nada fáciles. Muchas cosas se habían trastocado en el país, en nuestras familias, en los amigos, que siguieron viviendo sin nosotros. Pero también se habían trastocado nuestras cabezas que ilusoriamente pretendían “subirse” al país en el mismo lugar e instante que lo habíamos dejado. La vida no esperó por nosotros…
Y luego, en Uruguay, extrañábamos México: su generosidad, todo lo que nos había dado –tanto en el plano espiritual como material–, la alegría de vivir que tiene el mexicano, sus cielos casi permanentemente soleados, sus sabores y olores.

El regreso a México en 1990 nos dio una nueva oportunidad de vivir plenamente y aprovechar todo lo que este maravilloso país ofrece a sus habitantes. Pero, amigo lector, no crea que es posible cortar de tajo el vínculo con el paisito. No señor. Siempre pasan por nuestra cabeza los recuerdos gratos de Uruguay… A veces, créame, parece que la vida nos castigó con añoranzas y nostalgias pendulares que jamás terminarán. ¿Será por ello que los griegos consideraban al exilio como el peor de los castigos? Algo de eso hay, porque “el exilio provoca una ruptura con un mundo de referencia y de signos, como la cultura y la lengua. Este quiebre en muchos casos es traumático porque se corta con el curso vital de la existencia. Esta situación nueva provoca un trauma en las personas y secuelas que perdurarán para toda la vida.” (http://orvex.org.p11.hostingprod.com/exilio.html)

Pero no hay que pasar por alto que esa ruptura produce una oportunidad fantástica de enriquecerse de la dualidad de destinos, de acrecentar nuestro bagaje cultural con lo que se deja y con lo que se adopta. Así que no dramaticemos y permítanme compartir algunas curiosidades de aquí y de allá.

Los insectos: manjares gastronómicos en México.
Entre los más de 190 insectos comestibles en México me referiré a 4 que son muy particulares y que a los lectores uruguayos les llamará la atención. En el estado de Oaxaca son muy abundantes los chapulines (pequeños saltamontes o langostas) que se fríen con chile y jugo de limón y que ya secos se ponen en una tortilla de maíz (cualquier alimento que pongamos en una tortilla ya se tiene un taco) y se agrega una cucharada de salsa picante. Mhmm… ¡a disfrutar un sabor muy agradable! Por cierto estos chapulines fritos y secos se venden por todo México y se pueden comer directamente sin hacerse un taco a la hora de tomar algún aperitivo (mezcal, tequila o cualquier otro licor). O sea ¡chapulines para picar…!
Chapulines

Otro insecto muy común en México es el gusano de maguey, una larva blanca y regordeta de unos 4 cm de largo de una mariposa que abunda en los valles centrales del país. Estas larvas se fríen hasta dorarse y se colocan en una tortilla con sal y alguna salsa picante y ¡listo!, otra comida sana y sabrosa.
Gusanos de maguey

El siguiente insecto quizá no sea del agrado de todo el mundo porque su olor –para muchos– no es muy agradable. Se trata de los jumiles, simples chinches que abundan en toda América Latina y que tiene como medio de defensa su característico olor repulsivo para las aves y los reptiles comedores de insectos. Recuerdo muy bien cuando una chica del sur del Estado de México llegaba a mi casa con una bolsita de nylon llena de chinches de monte vivas para que no se echaran a perder. Tomaba cuatro o cinco y las echaba a la sartén con aceite hirviendo, se oían un par de chasquidos y ya estaban listos. Luego ponía en una licuadora tomate verde (una variedad mexicana que no se come cruda y que al madurar no enrojece), cebolla, chile y un poco de agua. Licuaba y cocía esta mezcla y le agregaba los jumiles molidos. La salsa verde se llenaba de puntitos negros de las chinches molidas y –créase o no– quedaba muy rica para acompañar cualquier taco o quesadilla.
Jumiles antes de freírlos.

Ahora hablemos del caviar azteca: los escamoles. La variedad de platillos en México es inacabable y podríamos escribir páginas y páginas sobre todo lo que ofrece la cocina mexicana que en realidad es una suma de las cocinas poblana (del estado de Puebla), de la oaxaqueña (estado de Oaxaca), de la yucateca (estado de Yucatán) y de la michoacana (estado de Michoacán), además de varios platillos regionales. Pero los escamoles (huevecillos de unas hormigas del estado de Hidalgo), que se preparan friéndolos en mantequilla con un poco de chile, son una exquisitez sin parangón. Tiene su sabor y textura un refinamiento tal que se han ganado merecidamente llamarse el caviar mexicano. Precisamente en estos días que comienza la temporada de lluvia se realiza la recolección de estos huevecillos blancos antes de que las hormigas crezcan en su interior.

Escamoles frescos


Escamoles a la mantequilla








                           





El zapallo y el boniato
Para los lectores mexicanos comencemos por decir que zapallo es una denominación de origen quechua (lengua que hablaban los Incas y hoy muchos indígenas andinos) para lo que en México conocemos como calabaza. Efectivamente ese fruto bastante grande, hueco por dentro que nace de una planta rastrera a partir de una flor amarilla que aquí se come en tacos o sopa, en Uruguay es parte sustancial de pucheros (cocidos), guisos, sopas, etc. y forma parte de las primeras comidas de los bebés en forma de puré junto a las papas. Es decir, se usa fundamentalmente para las comidas saladas pese a su sabor dulce. Claro que también se prepara este fruto americano con azúcar en trozos en almíbar, en mermelada pero mucho más formando parte de guisados hechos con sal.
Puchero con boniato

En México, el zapallo se come exclusivamente en dulce (con un almíbar espeso) en la época de las festividades del Día de Muertos, anticipándose un poco a las fechas cercanas a la ya famosa Noche de Brujas.
Zapallo en almíbar

Un tubérculo muy conocido en México es el boniato, claro que aquí no se le llama así, sino camote y forma parte activa de los albures, esas expresiones tan mexicanas con doble sentido. En Uruguay el boniato es usado de forma similar al zapallo y también son parte de los primeros purés infantiles junto a la papa. Por cierto cuando se hace asado de tira al horno, infaltablemente se le agregan papas y boniatos cortados en trozos regulares que acompañan muy bien a la carne. Resta decir que hay una variedad de boniato que es blanco y en Uruguay se le llama batata y con él se hace ate (dulce) muy similar al de membrillo pero que resulta mucho más suave y delicado.
Asado al horno con papas y boniatos

Bueno, escribir y leer sobre estos temas culinarios despierta el apetito así que mejor dejo hoy por acá y usted y yo nos preparamos algo de comer; pero prometo seguir con las curiosidades de aquí y de allá en una segunda nota.

viernes, 10 de mayo de 2013

Hoy es el Día de las Madres en México


¿Quién es la Chingada? Ante todo, es la Madre.
No una Madre de carne y hueso, sino una figura mítica.
La Chingada es una de las representaciones mexicanas de la Maternidad,
como la Llorona o la "sufrida madre mexicana" que festejamos el diez de mayo. (Octavio Paz)

No creo que haya una palabra más importante en México que la palabra madre. Ninguna. Porque es utilizada para decir tantas cosas tan contradictorias, distintas, paradójicas y cargadas de significación que va mucho más allá de lo que cualquiera (que no sea mexicano) pueda pensar. Hoy 10 de Mayo es el Día de las Madres en México y se celebra a toda madre, es decir a todo mecate, bueno… en grande.

En esta sociedad machista, por contradictorio que parezca, la madre es la figura central de la familia, donde todo gira en torno a ella y da sentido a la vida diaria. Por ello no creo que haya un festejo tan sentido y profundo como el Día de las Madres en México. Es casi imposible que una empresa o institución pública no les dé hoy el día libre a las madres, o que los hijos no lleven a comer a su progenitora a algún restaurante, o no le preparen alguna comida muy especial con música de mariachis o algún trio de boleros.

Los floristas tienen dos días para “hacer su agosto”: el Día de las Madres y el Día del Amor y la Amistad. Pero nunca venden tantas flores como hoy. Jamás los restaurantes de todo pelo están tan llenos de comensales como hoy. Jamás.

Los sindicatos tienen en sus pliegos petitorios –infaltablemente– una de las condiciones que no se negocia: el 10 de Mayo las madres no trabajan y cobran su día. Y si los sindicatos son fuertes incluyen en el acuerdo con los patrones un desayuno especial con las madres y hasta un bono económico a cuenta de la empresa o institución.

Pero lo más interesante es que ningún país de habla hispana tiene en la palabra madre una casi infinita reunión de significados que pintan de cuerpo entero a una sociedad contradictoria, compleja e inmensamente rica. A veces “madre” es sujeto, otras adjetivo, y –por extraño que parezca– hasta verbo. Echemos un vistazo a las más simpáticas expresiones populares que incluyen la palabra madre.

A toda madre: es algo magnífico
Valió madres: se echó a perder
Me vale madre: no me importa
¡Qué poca madre tiene!:  ¡qué mala gente es!
Desmadre: relajo, desorden
Ni madres: negación terminante
Es una madre: no vale nada
Estar hasta la madre: estar hasta el copete
Estar de poca madre: estar muy bien
No creer ni madres: ser escéptico
No dar ni madres: no dar nada
¿Qué es esta madre?: ¿qué es esta cosa?
Huele a madres: huele mal
Sabe a madres: sabe mal
Terminemos esta madre: terminemos este asunto
Ir hecho la madre: ir muy rápido
Darse en la madre: accidentarse
Madrearse: golpearse, lastimarse
Partirle la madre: golpearlo
¡Madres!: ¡Vaya! (expresión de sorpresa)
Madral: mucho (por ej.: Tengo un madral de trabajo)
Madriza: golpiza
Madreado: cansado
¡Chinga tu madre!: el peor de los insultos
¡En la madre!: expresión usada cuando uno recuerda algo que no debería haber olvidado.

Bueno, querido lector extranjero, debo hacerle una advertencia que no necesitan los mexicanos, pero la palabra madre hay que usarla con mucho cuidado porque todas las expresiones que escribí son groseras; hasta tal punto que en México decimos “ella es mi mamá” y no “ella es mi madre” para no arriesgarnos a que alguien entienda alguna expresión de la muy vulgar lista que le proporcioné.

Con todo respeto: ¡Feliz Día de las Madres!

sábado, 9 de marzo de 2013

Luis Cubilla, aquel y éste.


Hace un montón grande de años la radio era la gran herramienta de entretenimiento que no tenía competencia con otro medio de difusión a pesar de los primeros escarceos de la televisión en blanco y negro. Escribo de aquellos lejanos años de los inicios de la década de 1960 que con 8 o 9 años de vida me fascinaba escuchar a don Carlos Solé, magnífico narrador de los partidos de fútbol que transmitía Radio Sarandí los sábados y domingos. Por influencia de mi padre me hice hincha de aquel maravilloso Peñarol que –entre otros– formaba con Luis Maidana, William Martínez, Néstor Goncálvez, Aguerre, Borges, Matosas, Pancho Majewski y el legendario Luis Alberto Cubilla.

Solé narraba con mucha emoción las gambetas de Cubilla que se “comía” la pelota y hacía delirar al público. No podía ver esas moñas exquisitas pero me las imaginaba con lujo de detalles y disfrutaba las locuras del “Negro” Cubilla a través de la radio.


“Jugó algunos partidos en reserva, donde deslumbró con sus moñas endiabladas, sus desbordes, su olfato de gol. Cuando subió a Primera no salió más. Fue campeón uruguayo del ‘59, ‘60 y ‘61, campeón de América en el ‘60 y ‘61 y del Mundo en el ‘61, con Peñarol. Hizo goles de todos los colores y en partidos importantes. Luego se fue al Barcelona de España, de allí a River argentino donde fue figura. Restuccia lo fue a buscar cuando formó aquel gran equipo que quería la Libertadores. Fue campeón uruguayo varias veces y finalmente campeón de América y del Mundo en 1971. En su etapa tricolor estaba maduro. Ya no solo era el caprichoso habilidoso que esperaba una y otra vez al marcador para volverlo a eludir, sino el delantero de todo el frente de ataque, colocando pases magistrales para que convirtieran sus compañeros.”  (Fragmento de un artículo de Jorge Pasculli publicado en el diario uruguayo “La República”)

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En 1985 volví a Uruguay del exilio mexicano y todavía relativamente joven me reintegré a la militancia en una de las organizaciones juveniles del Frente Amplio donde nuestra “veteranía” combinaba bien con los jóvenes que salían airosos y combativos de la dictadura cívico-militar. Vivíamos en aquellos años los primeros desencuentros con el gobierno de Sanguinetti que hacía lo imposible por ocultar los interminables crímenes de algunos militares y policías que asolaron el país durante la dictadura. Por ello se organizaban manifestaciones pidiendo Verdad y Justicia para desentrañar las acciones cobardes de quienes amparados en su uniformes y armas habían cometidos múltiples delitos.

Así fue que la Av. Rivera (triste nombre que recuerda al genocida de la población Charrúa), a la altura de Villa Dolores (triste lugar donde se localiza un zoológico que ya no debería existir) fue el escenario de una pequeña manifestación de unos 200 jóvenes que pedíamos terminar con la impunidad de los uniformados.

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En todos esos años fue destacado integrante de la Selección. Su jugada más recordada fue aquella pelota que frente a la URSS robó en la línea en el último minuto del alargue. La robó de atrás, tirándose al piso. La “cuchareó”, la trajo para adentro y enseguida metió el centro para que Espárrago la cambiara de palo. Los uruguayos seguían sorprendiendo al mundo, con jugadores de la audacia indomable de Cubilla.
Todavía le faltaba otro récord. Ser parte del Defensor ‘76 que cambió la historia. (Idem)

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El entusiasmo de los más jóvenes, casi niños, era muy grande y marchaban dando voces y tirando pequeños volantes exigiendo al gobierno colorado que terminara con la complicidad hacia los terroristas de estado. Un par de “veteranos” cerrábamos la marcha que buscaba no entorpecer el tránsito por esa recurrida avenida de Montevideo, aunque sí debían los autos bajar la velocidad para evitar cualquier accidente con los manifestantes.

De pronto un coche al llegar a la manifestación acelera dirigiéndose a los primeros muchachos que rápidamente se hacen a un lado para evitar ser atropellados. Uno de ellos da un manotazo al capó del auto reclamando con un grito la actitud del automovilista. Una sonora frenada pone aún más tensión a ese momento ya de por sí tenso. El conductor del auto se baja intempestivamente con un extintor metálico en la mano, gritando insultos y amenazas. Rápidamente los “veteranos” nos adelantamos a la cabeza de la manifestación para calmar a aquel hombre y evitar cualquier incidente.

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Fue un grande dentro de la cancha. Comenzó siendo un pícaro admirable por sus ocurrencias. Cuando sus energías menguaron terminó siendo un genio, un titiritero capaz de hacer jugar maravillosamente a los que corrían por él. Fue un ganador. Y aunque fue un hombre de familia y amigos, fue un solitario al que le quedó marcada aquella sonrisa desafiante de botija feliz que te invita a quitarle la pelota… (Idem)

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–¡Hijos de puta! ¡Comunistas de mierda! ¡Los voy a reventar! ¡¿Quién me tocó el auto?!
Al acercarme reconozco al exaltado señor. ¡Era Luis Cubilla…! Quizás sólo yo lo podía reconocer porque los muy jovencitos no tenían idea de quién era ese hombre. Aquel admirado jugador de mi niñez y juventud, aquel hombre que tantas alegrías me había dado a mí y a todos los peñarolenses, aquel puntero derecho endiablado que llegó a levantarle los más precisos centros al ecuatoriano Alberto Spencer para que la metiera de cabeza, ahora se había transformado en un energúmeno que quería agredir a aquellos chiquilines.

Con dificultades logramos calmarlo hasta que se subió a su auto y se fue. Seguramente Cubilla no se dio cuenta de mi desencanto, de la frustración que tenía por encontrarme con tamaña estrella del fútbol uruguayo pero ahora fuera de sí. Ya no podría ir con mis viejos amigos de Minas y presumir orgulloso de que había estado con el “Negro” Cubilla. No podía juntar aquella imagen del atleta joven y de pícara sonrisa que los diarios difundían con ésta otra imagen de un gordo petiso hecho una furia que en vez de una pelota de fútbol blandía un extintor.

Descanse en paz aquel formidable futbolista uruguayo.

lunes, 14 de enero de 2013

Charles Darwin pasó por Minas...


Resulta muy interesante leer el diario “Viaje de un naturalista alrededor del mundo” de Charles Darwin por múltiples razones, entre ellas, el punto de vista de un visitante inteligente y curioso de apenas 22 años que nos brinda de primera mano puntos de vista muy agudos y detallados de paisajes, gente, flora y fauna de la campaña (interior) de Uruguay en 1831.

El famoso naturalista inglés, sin estar muy convencido de su vocación de investigador, aceptó una invitación de un capitán inglés para hacer un recorrido por el mundo para medir corrientes oceánicas y cartografiar diversas costas donde él podría hacer investigaciones geológicas y recolectar ejemplares de la flora y fauna de cada lugar. El viaje duró 5 años y recorrió una buena parte del hemisferio sur de acuerdo a lo que indica el plano adjunto.


Así, Darwin se embarcó en el Beagle el 27 de diciembre de 1831 y regresó a Inglaterra el 2 de octubre de 1836, tiempo suficiente para despertar en el joven naturalista el interés en entender las reglas de la evolución de las especies que lo hicieran tan famoso.
Pero vayamos al encuentro de Darwin con las tierras, gente, flora y fauna del Uruguay que con mucho escrúpulo el naturalista fue relatando en su cuaderno de viaje. Estos apuntes corresponden a una visita de una estancia (hacienda) en el Departamento de Maldonado:

“Pasamos la primera noche en una casita de campo aislada. Noto allí bien pronto que poseo dos o tres objetos (y sobre todo una brújula de bolsillo) que producen el más extraordinario asombro. En todas las casas me piden que enseñe la brújula e indique en un mapa la dirección de diferentes ciudades. Produce la más intensa admiración el que yo, un extranjero, pueda indicar el camino (porque camino y dirección son dos voces sinónimas en este país llano), para dirigirse a tal o cual punto donde jamás estuve. En una casa, una mujer joven y enferma en cama, hace que me rueguen ir a enseñarla la famosa brújula. Si grande es su sorpresa, aún es mayor la mía al ver tanta ignorancia entre gentes dueñas de miles de cabezas de ganado y de estancias de grandísima extensión. Sólo puede explicarse esta ignorancia por la escasez de visitas de forasteros en este remoto rincón. Me preguntan si es la tierra o el sol quien se mueve, si en el norte hace más calor o más frío, dónde está España y otra multitud de cosas por el estilo. Casi todos los habitantes tienen una vaga idea de que Inglaterra, Londres y América del Norte son tres nombres diferentes de un mismo lugar; los más instruidos saben que Londres y la América del Norte son países separados, aunque muy cerca uno de otro, y que Inglaterra ¡es una gran ciudad que está en Londres!”

Charles Darwin a los 22 años.

Es evidente que los estancieros uruguayos de aquella época no se destacaban por sus conocimientos ni cultura (¿ahora sí?) pero sigamos porque el joven Charles siguió a caballo hasta Minas, capital del departamento de Lavalleja, donde a los serranos no nos fue mejor:

“Al día siguiente llegamos al pueblecillo de Las Minas. Algunos cerros más, pero en resumen el país conserva el mismo aspecto; sin embargo, un habitante de las Pampas vería de seguro en él una región alpestre. La comarca está tan poco habitada, que apenas encontramos una sola persona durante un día entero de viaje. El pueblo de Las Minas aún es menos importante que Maldonado; está en una pequeña llanura rodeada de cerrillos pedregosos muy bajos. Tiene la forma simétrica de costumbre, y no deja de presentar un aspecto bastante bonito con su iglesia enlucida con cal y sita en el centro mismo del pueblo. Las casas de los arrabales se elevan en el llano como otros tantos seres aislados, sin jardines, sin patios de ninguna especie. Es la moda del país; pero eso da, en último término, a todas las casas una apariencia poco cómoda. Pasamos la noche en una pulpería o taberna. Gran número de gauchos acuden por la noche a beber alcohol y a fumar cigarros. Su aspecto es muy chocante: suelen ser fornidos y guapos, pero llevan impresos en la cara todos los signos del orgullo y de la vida relajada; muchos de ellos gastan bigote y cabellos muy largos, ensortijados por la espalda. Sus vestidos, de colores chillones; sus grandísimas espuelas resonantes, en los talones; sus cuchillos, llevados en el cinto a modo de dagas (de los cuales hacen tan frecuente uso), les dan un aspecto muy diferente de lo que pudiera hacer suponer su nombre de gauchos o simples campesinos. Son en extremo corteses; nunca beben sin pediros que probéis su bebida; pero mientras os hacen un saludo gracioso, puede decirse que están dispuestos a asesinaros si se presenta ocasión.”

"Boleando ñanduces"

Esta primera descripción de mis coterráneos en 1831 no deja de ser interesante y podríamos resumirla –con un poco de humor– en tres palabras: “asesinos pero corteses…
Al día siguiente Darwin y sus acompañantes avanzan en territorio minuano y llegan hasta la estancia (hacienda) de un rico criador de ganado, don Juan Fuentes. Al llegar, le llama la atención a Darwin la formalidad que se debe seguir cuando se arriba a una casa en el campo:

“Cuando un forastero se acerca a una casa, hay que guardar algunas ceremonias de etiqueta. Se pone al paso el caballo, se recita un Ave María, y no es cortés echar pie a tierra antes de que alguien salga de la casa y os diga que os apeéis; la respuesta estereotipada del propietario es: Sin pecado concebida. Se entra en la casa entonces, y se habla de generalidades durante algunos minutos; luego se pide hospitalidad para aquella noche, lo cual se concede siempre, por supuesto. El forastero come con la familia y le dan un aposento, donde hace la cama con las mantas de su recado (o silla de las Pampas).”

Esta costumbre de gritar “¡Ave María purísima!” (que no recitar todo un Ave María) y esperar –si se es bien recibido– la respuesta “¡Sin pecado concebida!” se mantiene aún en algunos lugares de nuestra campaña aunque va cayendo en desuso.
Al final del párrafo, el joven Darwin hace mención al “recado”, en clara referencia a esta particular silla de montar el caballo que reúne sustanciales diferencias con otras sillas de otros países. Sugiero ver la siguiente ilustración que muestra el “recado” y sus partes.



Se asombra Darwin que el estanciero Juan Fuentes se muestre hospitalario con todas las personas que, sin conocerlas, acoge amablemente al punto de que manda matar unas reses para agasajarlas. Esta hospitalidad es propia de todo el campo latinoamericano sin distinción de posición social, situación que hemos confirmado al ver el esfuerzo que gente de escasos recursos hace por atender al forastero recién llegado.

“Después de haber sido testigo de la grosera riqueza indicada por un número tan grande de hombres, vacas y caballos, casi es un espectáculo el mirar la miserable casucha de don Juan. El piso se compone sencillamente de barro endurecido y las ventanas no tienen vidrieras; los muebles de la sala consisten en algunas sillas muy ordinarias, algunos taburetes y dos mesas, Aunque hay muchos forasteros, la comida sólo se compone de dos platos (inmensos en verdad), conteniendo el uno vaca asada, el otro vaca cocida y algunos trozos de calabaza; no se sirve ninguna otra hortaliza y ni siquiera un pedazo de pan. Una jarra grande de barro cocido, llena de agua, sirve de vaso a toda la compañía. Y, sin embargo, este hombre es dueño de varias millas cuadradas de terreno, cuya casi totalidad puede producir trigo y con un poco de cuidado todas las legumbres usuales. Se pasa la velada en fumar y se improvisa un pequeño concierto vocal con acompañamiento de guitarra. Las señoritas, sentadas todas juntas en un rincón de la sala, no comen con los hombres.”


Comentemos que seguramente este “concierto vocal” estuvo compuesto de canciones verdaderamente folklóricas de la Banda Oriental (parte del espacio geográfico que hoy ocupa Uruguay y que se ubica al oriente del río del mismo nombre): Tristes, Estilos, Milongas, Cifras, Cielitos, Huellas y algunos más.

No deja de ser interesante la descripción que hace Darwin de las famosas “boleadoras”, instrumento de caza usado por los indígenas de la región para capturar los ñandúes (avestruces americanas)  y que definitivamente han dejado de usarse. Hoy sólo las vemos –degradadas ellas– en algunas coreografías de danzas muy edulcoradas y por lo tanto ajenas al folklor rioplatense.

Hay dos especies de bolas: las más sencillas, que se emplean para cazar avestruces, consisten en dos piedras redondas, cubiertas de cuero y reunidas por una tenue cuerda trenzada, como de unos ocho pies de longitud; la otra especie sólo difiere de ésta en que consta de tres pelotas reunidas por una cuerda a un centro común. El gaucho tiene en la mano la más pequeña de las tres y hace girar las otras dos en derredor de la cabeza; luego de hacer puntería las arroja, y las bolas van a través del aire girando sobre sí mismas como balas de cañón enramadas. En cuanto las bolas dan contra cualquier objeto, se enroscan cruzándose en derredor de él y se anudan con fuerza.”

Es curioso destacar que el antiguo uso de las boleadoras (hasta como instrumento de agresión entre los mismos gauchos) marcó el lenguaje de los uruguayos con expresiones como “ando boleado” o “me bolié” para decir que se está perdido o confundido. Estos términos hacen referencia a lo que les pasa a los avestruces, caballos o vacas que al enredarse las patas con las boleadoras pierden el paso y caen violentamente, perdiendo la orientación por el golpe que se dan.
Después de un largo periplo por Argentina, Charles Darwin regresa a Uruguay y rumbo al actual Departamento de San José fue testigo de la habilidad de los gauchos para cruzar un río con su caballo y así nos expresa en su diario el asombro que le produjo.

“En aquel día un gaucho me dio un regocijado espectáculo por la destreza con que obligó a un caballo repropiado a atravesar un río a nado. El gaucho se desnudó por completo, montó a caballo y obligó a éste a entrar en el agua hasta perder pie; dejóse escurrir entonces por la grupa y le agarró la cola; cada vez que el animal volvía la cabeza, el gaucho le arrojaba agua para asustarle. En cuanto el caballo llegó a la margen opuesta, irguióse de nuevo en la silla el gaucho e iba montado con firmeza, bridas en mano, antes de haber salido por completo del río. Bello espectáculo es ver a un hombre desnudo jinete sobre un caballo en pelo: nunca hubiera creído que ambos animales fuesen tan bien juntos. La cola del caballo constituye un apéndice muy útil: he atravesado un río en barca acompañado por cuatro personas, arrastrada de la misma manera que el gaucho de que acabo de hablar. Cuando un hombre a caballo tiene que cruzar un río ancho, el mejor medio consiste en agarrar la pera de la silla o la crin del caballo con una mano y nadar con la otra.”



Charles Darwin también llegó hasta Mercedes, la capital del Departamento de Soriano, muy próximo al encuentro de los ríos Uruguay y Negro. Allí visitó una estancia de un hacendado inglés sobre las costas del arroyo Bequeló y tuvo oportunidad de observar con detención una acción muy particular: el adiestramiento de perros pastores. Veamos las observaciones del naturalista inglés.

“Durante mi residencia en esa estancia estudié con cuidado los perros de pastor del país, y este estudio me interesó mucho. Encuéntrase a menudo, a la distancia de una o dos millas de todo hombre o de toda casa, un gran rebaño de carneros guardado por uno o dos perros. ¿Cómo puede establecerse una amistad más firme? Esto era motivo de asombro para mí. El modo de educarlos consiste en separar al cachorro de su madre y acostumbrarle a la sociedad de sus futuros compañeros. Se le lleva una oveja para hacerle mamar tres o cuatro veces diarias; se le hace acostarse en una cama guarnecida de pieles de carnero; se le separa en absoluto de los demás perros. Aparte de eso, se le suele castrar cuando aún es joven; de suerte que cuando se hace grande, ya no puede tener gustos comunes con los de su especie. Por lo tanto, no le queda deseo ninguno de abandonar el rebaño; y así como el perro ordinario se apresura a defender a su amo, el hombre, de la misma manera éste defiende a los carneros.”

Líneas más adelante concluye Darwin:

“El perro de pastor acude todos los días a la granja en busca de carne para su comida; en cuanto le dan su ración huye, como si tuviese vergüenza del paso que acaba de dar. Los perros de la casa se le muestran muy hostiles, y el más pequeño de ellos no vacila en atacarle y perseguirle. Pero, en cuanto el perro de pastor se encuentra ya junto a su rebaño, vuélvese y comienza a ladrar; entonces, todos los perros que antes le perseguían huyen a todo correr. Asimismo, una banda entera de perros salvajes hambrientos rara vez, y hasta se me ha dicho que nunca, se atreven a atacar a un rebaño guardado por uno de esos fieles pastores. Todo esto me parece un curioso ejemplo de la flexibilidad de los afectos en el perro. Ya sea salvaje, ya educado de cualquier modo que lo estuviere, conserva un sentimiento de respeto o de temor hacia quienes obedecen a su instinto de asociación. En efecto, no podemos comprender por qué los perros salvajes retroceden ante un solo perro acompañado de su rebaño, sino admitiendo en ellos una especie de idea confusa de que quien va con tanta compañía adquiere cierto poderío, como si le acompañasen otros individuos de su especie.”


Concluyo este artículo con un juicio que el naturalista inglés, Charles Darwin, hace de ese personaje emblemático llamado gaucho y que con el correr del tiempo no escapó a cambios en su naturaleza hasta llegar a lo que hoy es nuestro hombre de campo rioplatense.  Sin duda quedan firmes trazos y conductas del aquel gaucho, que Darwin conoció en 1831, en los trabajadores rurales actuales (troperos, domadores, alambradores, chacreros, monteadores, tamberos y demás oficios de los habitantes del campo), pero no sería justo dejar de reconocer que el tiempo ha cambiado profundamente la esencia libertaria de aquel personaje.

“Los gauchos o campesinos son muy superiores a los habitantes de la ciudad. Invariablemente, el gaucho es muy servicial, muy cortés, muy hospitalario; nunca he visto un ejemplo de grosería o de inhospitalidad. Lleno de modestia cuando habla de sí mismo o de su país, al mismo tiempo es atrevido y valiente.”

Pintura del uruguayo Juan Manuel Blanes